lunes, 5 de diciembre de 2011

Amor mas que en el final



"Ponme como sello sobre tu corazón, como sello sobre tu brazo;

 porque el amor es tan fuerte como la muerte"
Cantares 8:6

No me digan que el amor se acaba, no me digan que no se puede amar, no me digan que los títulos de esposo y esposa se vencen en una decena de años o meses. El amor marital existe y puede perdurar. Esta noche lo he visto.

Me presenté en la enfermería para cuidar al hombre de 80 años que estuve cuidando las noche anteriores. Pero la respuesta fue como un relámpago que me congeló por dentro, puesto que hacía solo un par de noches que lo cuidaba me había encariñado mucho con el hombre y con su familia. Hoy no vas a trabajar... hace un rato que falleció.

Decidí quedarme un rato para acompañar a la familia. Solo estaba la doña sentada en el pasillo, una abuela de unos 70 años le calculo yo. Me acerqué a ella para darle mis pésames. Me miró a los ojos y me dijo: "hace unos quince minutos falleció. Murió tranquilo". Le creí. No había dolor en sus ojos, no había culpa, rencor ni rabia, solo una profunda tristeza.

Me senté a su lado y me puse a escucharla hablar del que en vida fuera su esposo. Sólo escuché, créanme que en esos momentos las palabras de uno sobran... y es que esos momentos son evidencia de que los sentimientos hablan sin sonido y que los ojos no son para ver sino para hablar.

Es cierto que la señora divagó mucho en su conversación... pero la ternura estaba personificada en ella. Es como si cada vez que hablaba de él se le iluminaba el rostro. Se podía ver amor en sus ojos.

De repente deja de hablar. Se levantó de su silla. Y me dice: "Me dijeron que no podía verlo muerto", "¿Quién te dijo eso?" le pregunté. "Mi familia, en especial mi nieto" me contestó. Y al ver su frágil salud era muy evidente que estaban preocupados por la salud de ella, no querían que se descomponga, que le dañe ver el cuerpo. Yo conozco al nieto, me pareció muy noble y responsable, muy atento por sus abuelos... pero yo sabía que la doñita todavía no se había despedido de su esposo.

"Me acompañás... quiero despedirme de él" me dijo la señora. Hablé con los enfermeros y la acompañé a la pieza donde estaba el cuerpo. La doña hizo unos cortos pasos y se acercó donde estaba su compañero de más de 50 años de experiencias, le destapó la cara que estaba cubierta con la sabana blanca, lo miró un segundo, lo acarició y le dio un beso en el rostro. "Chau querido, te quiero" fueron sus palabras.

Hay lagrimas en mis ojos mientras escribo estas lineas. Tendrían que haber estado allí para ver la escena. Fue conmovedor. Sólo puedo decir que ella lo amó hasta el final y aún más. Y es que el amor verdadero es una decisión, un pacto, un voto para toda la vida; no un sentimiento pasajero.

No me digan que el amor se acaba, no me digan que no se puede amar, no me digan que los títulos de esposo y esposa se vencen en una decena de años o meses. El amor marital existe y puede perdurar. Esta noche lo he visto.