viernes, 10 de julio de 2009

¿Que dios te librará de mi mano?


¿Qué dios de todos los dioses de estas tierras ha librado su tierra de mi mano, para que Jehová libre de mi mano a Jerusalén?
2 Reyes 18:35
Hace 14 años que Ezequías, hijo de Acaz, es rey, su reinado es muy distinto al reinado de su padre, el es un rey muy distinto a sus antecesores, no es cruel como lo era su padre, no adora los mismos ídolos cananeos que su abuelo; es más, al poco tiempo de subir al trono los destruyó a todos y empezó a empezó a adorar a un sólo dios israelita llamado Jehová. Ezequías es un rey muy devoto de este dios y le es tan fiel que mandó a destruir a todos los otros lugares donde se sacrificaban otros dioses ¡inclusive destruyó un símbolo nacional que el pueblo adoraba! parecía un fanático y un intolerante al tomar todas estas medidas tan drásticas pero la verdad es que la nación no era muy consciente al participar de esos tipos de cultos; es más, la mayoría de ellos eran orgías y crueles sacrificios humanos que dañaban las familias y hacían que las personas no sean tan humanas sino que se pareciera a esos dioses perversos a los cuales adoraban. El rey dijo que tampoco debía haber varios lugares de culto para Jehová porque el mismo Dios mandó solo ofrecer sacrificios en un solo lugar; el templo de Jerusalén.
Pero el rey no confiaba en ninguno de esos otros dioses y no adoraba a Jehová de la forma en que se adoraba a ellos, sino que su adoración era una vida ordenada y le daba prioridad en todo a su dios; confiaba que éste le resolvería cualquier problema y por eso le pedía que dirija todo confiando que él se haría cargo. A eso le llamaban fe. La religión de Ezequías es muy rara porque este dios Jehová no tiene una imagen o algún símbolo que adorar, es un dios invisible pero que puede hacer hasta lo imposible y donde sea; no tiene límites y su principal característica es el amor. Es el dios más raro de todos los que haya se haya escuchado por aquellas tierras, más raro que los dioses mitad pescados y mitad hombres o los dioses cabeza de animales como los de Egipto; y eso de ser un dios bueno y justo es lo más raro de todo; a la mayoría de estos dioses irritables hay que ofrecer sacrificios dolorosos para poder complacerlos y así obtener buenas cosechas, familia, dinero o cualquier otro beneficio según la especialidad de cada dios; pero el del rey es un dios distinto que busca la felicidad y el bienestar de sus adoradores y siempre está dispuesto a ayudarlos en lo que sea, y lo único que pide es que confíen en él, eso es rarísimo.
No hace mucho el rey asirio Senaquerib invadió el país, antes ya había expandido su imperio hasta lo que antes era el reino norte de Israel hace 10, aquella antigua fértil tierra ahora está arrasada y su poderoso ejército que solo había llegado a la frontera, la cruzó y en poco tiempo conquistó Laquis, la ciudad más fortificada del país que protegía el camino a la capital Jerusalén. Yo creía que los del sur correríamos la misma suerte que nuestros hermanos del norte, sinceramente ya me estaba dando por vencido.
Cuando me acuerdo de lo que pasó no hace mucho, me dan escalofríos; cada día veía como se iban más y más soldados a las otras fortalezas, cuando caminaba por las calles de Jerusalén apenas había soldados en Jerusalén, solo quedaban los más valientes en la guardia del rey en Jerusalén, pero sus expresiones de miedo no eran más consternadas que las de aquellos que estábamos como arqueros en la muralla. Yo pensé que con el enorme tributo que había pagado el rey Ezequías los asirios nos dejarían paz pero cuando vi al ejercito asirio y los tres estandartes del Tartán, del Rabsaris y del Rabsaces, los tres principales oficiales del rey asirio, subiendo por el camino sur al lado del acueducto tuve un enorme y angustiante miedo; veía como traían todas esas maquinas para asediarnos ¡y nosotros casi no teníamos ejercito! ¡Nos iban a masacrar! Había oído que los asirios eran tan crueles que despellejaban a sus enemigos vencidos y hacían todo tipo de atrocidades con las atrocidades, no podía concebir la idea de que mis hijos fuesen unos esclavos desterrados ¿Qué sería de ellos si tomaban la ciudad? Al ver todas esas hordas de fieros guerreros no podía menos que preocuparme.
Aunque estaban lejos todavía dieron la orden de ir a nuestras posiciones de combates y estar preparados para el ataque; yo ya estaba en la mía sobre la muralla, lo único que hice fue tensar el arco pero como me temblaba el brazo, y como no quería desperdiciar alguna flecha por ninguna disparo accidental, decidí dejar de apuntar y contemplar el ejercito que se aproximaba. Las puertas de la ciudad ya estaban cerradas. Miraba el panorama. Miles de flechas temblorosas apuntaban a la multitud de invasores. Pero ellos se quedaron en su posición y armaron un campamento. Estábamos asediados. Habían dado la orden de volver a sus casa, pero mi me tocó estar de guardia a la tarde, se me había ido el apetito y no quería asustar más a mi familia, asique no fui a casa a comer, me quedé mirando el campamento enemigo. Pasaron los días y una tarde se escucharon unos gritos:
- ¡Rey, Ezequías, sal para que hablemos!

Se abrió una puerta y los oficiales, Eliaquim, Sebna y Joa, tres altos oficiales del rey Ezequías salieron a su encuentro, era el Rabsaces, estaba hablando en nuestro idioma, y les dijo soberbia y fuertemente:
- Dile a Ezequías que el gran rey de Asiria le manda a decir esto: ¿En qué se basa tu confianza? Tú dices que tienes estrategia y fuerza militar, pero éstas no son más que palabras sin fundamento. ¿En quién confías, que te rebelas contra mí? Si tú confías en Egipto, es una caña afilada que si te apoyas en él te traspasara la mano, te defraudará como a todos les hizo, y si dices: ‘Nosotros confiamos en Jehová, nuestro Dios’, ¿no se trata acaso, Ezequías, del dios cuyos altares, al igual que santuarios de otros dioses tú mismo quitaste, diciéndoles a Judá y a Jerusalén: ‘Debéis adorar solamente ante este altar’? Por eso, Ezequías, haz este trato con el rey de Asiria: Ríndete, hazte mi vasallo. Dame rehenes, que yo te protegeré y equiparé contra los egipcios.

Cuando escuche esto me confundí mucho, yo confiaba en el dios Jehová pero las palabras de este hombre me confundían. Tenían mucha lógica. Era evidente que Egipto no era un aliado potencial; ya habían caído otras naciones vecinas aliadas de los egipcios. Y en cuanto a nuestro dios, parecía que todo había sido una idea de Ezequías. La confusión se veía en muchos rostros. La comitiva le dijo al asirio que deje de hablar en nuestro hebreo, que hable acadio porque lo conocían y que ellos le darían el mensaje traducido al rey. Pero entonces el Rabsaces empezó a hablarnos a nosotros en la muralla.
- Escuchen ustedes, los de las murallas, ¡oigan las palabras del gran rey, el rey de Asiria! No se dejen engañar por Ezequías. ¡Él no puede libraros de mis manos! No dejen que Ezequías les persuada a confiar en Jehová, cuando les dice: ‘Sin duda Jehová nos librará; ¡esta ciudad no caerá en manos del rey de Asiria!’ No les hagan caso. Mejor hagan las paces conmigo, y ríndanse. De este modo cada uno podrá estar en libertad hasta que venga y los lleve deportados a un país como el suyo, país de grano y de mosto, de pan y de viñedos, de aceite de oliva y de miel. Así vivirán en vez de morir. No le hagan caso a Ezequías, que os quiere seducir cuando dice: “El Señor nos protegerá” ¿Acaso alguno de los dioses de las naciones pudo librar a su país de las manos del rey de Asiria? ¿Dónde están los dioses de las naciones sirias? ¿Dónde están los dioses de las naciones hititas? ¿Acaso libraron al reino norte de Israel de mis manos? ¿Cuál de todos los dioses de estos países ha podido salvar de mis manos a su país? ¿Cómo entonces podrá Jehová librar de mis manos a Jerusalén?


Pero nadie le dijo nada, porque el rey había mandado que nadie le conteste. Y cuando el rey y los oficiales escucharon que el asirio comparó a Jehová como un cualquiera de cualquier nación, se indignó y lo demostró rompiendo sus vestidos y ensuciándose con tierra. Y así indignado y sucio se fue al templo de Jehová. Muchos pensaron que estaba con miedo; pero yo que estaba más cerca vi que no tenía miedo ni estaba preocupado, estaba sereno pero se fue rápido. Miré y vi como el asirio montaba su caballo y vi que iba hacia su campamento hasta que uno se acercó y entonces siguió de largo en dirección a Laquis, donde estaba acampando el rey Senaquerib.
Como había terminado mi turno mientras hablaba el asirio no me fui a casa sino que fui al templo a orar, yo pensé que el rey ya se había ido pero todavía estaba allí; lo encontré orando en vos alta:
- Jehová tu eres nuestro dios, ¿Por qué permites que pasen todas estas cosas? ¿Por qué no defiendes tu nombre de esta blasfemia que te han dicho nuestros enemigos?
Entonces entraron al templo los oficiales que había visto afuera de las murallas, y les envió a consultar por una respuesta ante el profeta Isaías. Al cabo de un rato regresaron y le dijeron:
- Así dijo Jehová: “No tengas miedo por lo que escuchaste, ellos me han blasfemado. Pero yo voy a poner un espíritu en él, de manera que cuando oiga cierto rumor regrese a su propio país. ¡Allí haré que lo maten a filo de espada!”

Cuando escuché eso, me quedé tranquilo y me fui a casa a descansar. Pasaron unos días y escuché en la calle de alguien que pasaba que el rey de Etiopia le declaró la guerra al rey de Asiria y que esté se había ido de Laquis con su ejército para hacerle frente. Entonces me acordé de lo que había escuchado en el templo, y aunque todavía estábamos asediados me fui al templo a agradecerle a Jehová por ser tan buenos con nosotros.
Estaba en el mercado regateando los precios excesivos que cobraban los mercaderes por la situación de la ciudad en el asedio, cuando se abrieron una de las puertas y entraron nos hombres muy elegantes, por la vestimenta me di cuenta que eran oficiales asirios, se parecían mucho al Rabsaces en su forma de vestir y en su arrogancia en especial uno que llevaba algo como un rollo firmemente agarrado en las manos. Se fueron escoltados por la guardia hacia el palacio, miraban todos los detalles de la ciudad. Pero pasaron con mucha prisa. Presentí que algo malo estaba sucediendo. Pregunte qué pasaba pero nadie me supo responder; todo el pueblo estaba consternado. Yo seguí haciendo mis compras cuando repentinamente un resplandor leve en lo alto de una muralla me llamo la atención, era la corona del rey que iba pasando por el corredor en lo alto de un muro dirigiéndose en dirección al templo con el mismo rollo que había visto en manos de aquel asirio. Alguien me dijo que los hombres que había visto hace un rato eran embajadores que traían una carta solicitando la rendición de la ciudad. Cuando la noticia cundió por toda la ciudad todos sus habitantes quedamos en silencio. Lo único que se escuchaba era el eco de las fuertes palabras que salían del templo y que retumbaban en cada muralla.
- ¡Jehová, léela! Mira que las extiendo delante de ti; escucha las palabras que Senaquerib ha mandado a decir para insultar al Dios viviente. Es verdad, Jehová, que los reyes asirios han asolado todas estas naciones y sus tierras. Han arrojado al fuego sus dioses, y los han destruido, porque no eran dioses sino sólo madera y piedra, obra de manos humanas. Ahora, pues, Señor y Dios nuestro, por favor, sálvanos de su mano, para que todos los reinos de la tierra sepan que sólo tú, Jehová, eres Dios.
Parecía que la ciudad estaba muerta, nadie se movía, muchos se había arrodillado otros parados miraban al cielo; de tanto en tanto se escuchaban algunos sollozos. Todos nos preguntábamos si Jehová nos libertaría; muchos dudaban de que fuera un dios real, incluso algunos creían que era como los otros dioses que engañaban a sus adoradores y les hacía el mal. Pero el rey Ezequías no creía en esto, el sabía que era un Dios de amor y confiaba en eso y se notaba en sus exclamaciones, no eran como de alguien que venía chasqueado a reclamar; sino como alguien que convencido que si pedía la ayuda del dios bueno y poderoso Jehová, él se encargaría de todo.

http://es.wikipedia.org/wiki/Senaquerib#Campa.C3.B1a_de_Senaquerib_en_Jud.C3.A1:_historia_y_mito


Esta reflexión está basada en el relato bíblico de 2 Reyes capitulo 18 y 19, pero las citas bíblicas han sido tomas y re-elaboradas a partir de la versión Dios Habla Hoy y la Reina- Valera revisión 1960

Unos pasos como de carrera sobre el muro interrumpieron los pensamientos de muchos y los sollozos de los otros, era el secretario del profeta Isaías, que iba andando urgentemente hacia el templo. Nadie había mandado a consultar al profeta ¿Por qué mandaría un mensaje? ¿Sería que Jehová ya tenía un mensaje de respuesta para Ezequías y para las interrogantes del pueblo? Cuando el muchacho llegó al templo se escuchó la voz del mensajero firme y rotunda que decía:
- Así dice el Señor, Dios de Israel: “Por cuanto me has rogado respecto a Senaquerib, rey de Asiria, te he escuchado. Ésta es la palabra que yo, Jehová, he pronunciado contra él: ‘Sion te desprecia y se burla de ti. Jerusalén menea la cabeza al verte huir.’
¿A quién has insultado? ¿Contra quién has blasfemado? ¿Contra quién gritaste con arrogancia? ¡Contra el Santo Dios de Israel! Has enviado a tus mensajeros a insultar a Jehová, diciendo: ‘Con mis numerosos carros de combate conquiste todo lo prestigioso que conquisté’
¿No te has dado cuenta? ¡Hace mucho tiempo que lo he preparado! Desde mucho atrás lo vengo planeando, y ahora lo he llevado a cabo; por eso tú has dejado en ruinas las ciudades fortificadas; sus habitantes, impotentes, están desalentados y avergonzados.
Yo sé bien todo sobre ti; cuando te sientas, cuando sales, cuando entras, y cuánto ruges contra mí. Y porque has rugido contra mí y escuché tu insolencia, te pondré una grillete en la nariz y un freno en la boca, y por el mismo camino por donde viniste te haré regresar.
Ésta será la señal para ti, Ezequías: ‘Este año comeréis lo que crezca por sí solo, y el segundo año lo que de allí brote. Pero al tercer año sembraréis y cosecharéis, plantaréis viñas y comeréis su fruto’.
Porque de Jerusalén saldrá un remanente, del monte Sión un grupo de sobrevivientes. Esto lo hará mi celo, celo del Señor Todopoderoso.
Yo, el Señor, declaro esto acerca del rey de Asiria: ‘No entrará en esta ciudad, ni lanzará contra ella una sola flecha. No se enfrentará a ella con escudos, ni construirá contra ella una rampa de asalto. Volverá por el mismo camino que vino; ¡en esta ciudad no entrará! Yo, Jehová, lo afirmo. Por mi causa, y por consideración a mis siervos, defenderé esta ciudad y la salvaré.

Toda la ciudad escuchó estas palabras y oraciones de gratitudes brotaron espontáneamente de todas las bocas, aún de aquellos que hasta hace poco tiempo no creían en Jehová. La alegría se veía en los rostros de todos, y lagrimas se vertían por la emoción. Y aunque todavía estábamos asediados, todo el pueblo cantó un himno de victoria. Y cuando cayó la noche, no hubo guardia más que la normal en tiempo de paz. Todo el mundo fue a disfrutar de sus familias y aunque todavía estábamos asediados nos dimos el lujo de disfrutar una cena de festejo pro lo que haría Jehová por nosotros.
Esto no me vas a creer, pero créelo; a la mañana siguiente cuando subí a la muralla no lo podía creer; el campamento de los asirios había sido abandonado y estaba lleno de cadáveres, como si hubieran sido atacados por algo o alguien sumamente poderoso, los que habían sobrevivido salieron huyendo y estaba lleno de comida, porque huyeron con miedo ¡Dios había hecho un milagro!
Por eso te digo mi amigo/a, que el dios de Ezequías es muy distinto a los otros dioses; ahora es mi dios personal, y no adoro a otro, sea persona, animal, cosa o lo que sea; mis problemas solos los remito a Él. ...y claro que después de eso no hubo ninguno en Jerusalén que dude que Jehová es dios, que es bueno y que es justo. Pensalo en hacerlo tu dios también y hacé como Ezequías que todo le confiaba a él.


Y aconteció que aquella misma noche salió el ángel de Jehová, y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de muertos. Entonces Senaquerib rey de Asiria se fue, y volvió a Nínive, donde se quedó. Y aconteció que mientras él adoraba en el templo de Nisroc su dios, Adramelec y Sarezer sus hijos lo hirieron a espada, y huyeron a tierra de Ararat. Y reinó en su lugar Esarhadón su hijo. (2 Reyes 19:35-37)

En el año 731 AC el rey asirio Senaquerib invadió Judá pero es un misterio arqueológico e hisotrico el porqué no tomó con su poderoso ejército a Jerusalén si pudo conquistar fortalezas más fuertes como Laquis y Hebrón, que eran las principales fortalezas del país y ciudades más fortificadas como Babilonia.
Para más información consultar el aritculo de wikipedia:

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