miércoles, 31 de agosto de 2011

La Leyenda del Sabio y del Escorpión

Hace un tiempo atrás encontré esta leyenda que aunque no recuerdo su precedencia (quien me la mandó o contó o si le leí en un libro, realmente no recuerdo eso) pero sí recuerdo su enseñanza que me ha ayudado muchísimo en diversos momentos de tensión interpersonal. Y por eso hoy quiero compartirlo contigo con un toque personalizado, a lo mejor te puede ayudar.

Cuenta la leyenda que había un anciano oriental sabio que estaba en su casa. Me imagino su casa un tanto precaria, tal vez con un piso rústico de piedra, el techo de paja añeja estaba sustentado por una enormes vigas de toscos arboles que eran sostenidas por las paredes de piedras medianas casi sin pulir. Imagino que a travez de la puerta abierta que miraba hacia la calle entraban los rayos del sol que atravesaban los diferentes remolinos del polvo que entraba de afuera. 
Me imagino que habrá estado limpiando o tal vez simplemente sentado en una silla de juncos, reflexionando, meditando. Estaba absortamente ensimismado hasta que en una mirada rápida percibió un suceso extraño. Vio como un escorpión del desierto negro y ponzoñoso se escurría sobre uno de los frascos donde almacenaba agua para el té; notó como el bicho venenoso que se desplazaba hacia la boca del frasco cayó dentro al no poder sujetarse de la pared enlosada del recipiente.
Al ver el maestro sabio se levantó de su asiento y tomando el frasco de cerámica lo llevó hasta la puerta que daba a la calle donde podría ver con mayor claridad gracias a la  luz del sol para saber cuál había sido la suerte de este ser. Grande fue su sorpresa al ver al pobre invertebrado intentando salir del recipiente, parecía como si fuera que se estaba ahogando. 
El corazón del sabio se conmovió de ternura y misericordia, y sin pensarlo dos veces ante la urgencia metió su mano en la vasija y tomó al escorpión para librarlo de morir ahogado. Pero el bicho sintiéndose presionado en la mano del anciano hombre le aguijoneó en la mano inyectándole el doloroso veneno, ante lo cual reacció el hombre soltándole involuntariamente nuevamente dentro del frasco.
Un hombre que había observado la escena desde la calle se acercó al hombre adolorido que seguía intentando ayudar al escorpión y le dijo con tono de burla: "Usted es un hombre muy necio y tonto ¿o acaso no sabe que ese desgraciado escorpión le va a picar? ¿Acaso piensa que por tener buenas intenciones ese ser de naturaleza cruel y despiadada lo comprenderá y le dará agradecimiento?"
El sabio aún muy adolorido por la picadura le respondió: "Usted tiene razón este animal es así: cruel y despiadado, no siente misericordia por nada ni nadie, realmente es un ser malvado. Pero, necesitaba ayuda y yo que soy un ser misericordioso, bueno y tierno lo voy a ayudar igual, yo no seré como él." Y acto seguido tomando una ramita de la calle ayudó a sacar al escorpión y lo dejó en libertad.

Moraleja: No porque otros sean escorpiones nosotros vamos a convertirnos en escorpiones. No porque otros nos traten ingrata, injusta o violentamente nosotros les hemos de devolver con acciones y tratos de la misma manera. Con la ayuda de Dios podemos hacer el bien a los que nos hacen el mal, si se lo pedimos y decidimos de todo corazón ser como Jesús podemos dejar de ser personas "escorpioideas" para ser agentes de misericordia.

viernes, 26 de agosto de 2011

Aunque usted no se lo imagine


Recurrid al Señor y a su poder;
recurrid al Señor en todo tiempo.
Salmos 105:4



¿Cómo estás? Hoy quiero compartir una idea que me ha tomado preso desde mediados de semana. Todo surgió una mañana cuando estaba haciendo mi culto personal. Estaba meditando en lo que dice el salmo 105.
Este salmo trata acerca de las maravillas que hizo Dios a favor de Israel.  Es muy interesante porque es un resumen de la historia del pueblo de Israel desde José hasta el éxodo (salida liberadora) de Egipto.
No pude evitar imaginarme cada una de esas maravillas:

Envió Dios una oscuridad que todo lo cubrió,
pero los egipcios desatendieron sus palabras.
Convirtió en sangre el agua de sus ríos
y mató sus peces; infestó de ranas el país,
y aun la alcoba del rey.
Habló Dios, y nubes de tábanos y mosquitos
invadieron el territorio egipcio.
 En vez de lluvia, envió granizo
y llamas de fuego sobre el país.
Destrozó sus viñas y sus higueras;
¡destrozó los árboles de Egipto!
Habló Dios, y llegaron las langostas;
¡tantas eran, que no se podían contar!
¡Devoraron la hierba del campo
y todo lo que la tierra había producido!
 ¡Hirió de muerte, en Egipto mismo,
al primogénito de toda familia egipcia!
Dios sacó después a su pueblo
cargado de oro y plata,
y nadie entre las tribus tropezó.
Los egipcios se alegraron de verlos partir,
pues estaban aterrados.
Dios extendió una nube para cubrirlos
y un fuego para alumbrarlos de noche.
 Pidieron comida, y les mandó codornices,
y con pan del cielo los dejó satisfechos.
Partió la roca, y de ella brotó agua
que corrió por el desierto como un río…
(Salmos 105:28-41 DHH)

No puedo dejar de imaginarme esas increíbles escenas. Pero por alguna razón en mi imaginación al revivir esa historia mi mente se detuvo en un niño anónimo en la primera noche que pasó el pueblo de Israel en el desierto. Me imaginé que estaba en la entrada de su carpa de pieles frente a su humilde y casi exhausta fogata mientras cenaban. Dicen que el desierto es muy frio de noche que sopla mucho viento, que es silencioso y que es muy oscuro. Pero la noche no era así. Sí, era calma pero no muda, no se escuchaban a las bestias del desierto pero había un sonido. Eran como las llamaradas  pero no venían de las brasas, venían del cielo. Entonces ante el curioso ruido del fuego en el cielo me imaginé a este niño sacar la cabeza por la puerta de la carpa y mirar hacia arriba y entonces quedarse anonadado mirando el cielo, extasiado contemplando el manto de fuego que se extendía sobre el campamento de Israel. Creo que ni bien vio semejante prodigio se le aflojaron todos los músculos de la mandíbula, y ustedes saben que cuando el asombro te deja boquiabierto cuesta mucho pronunciar palabras racionales, pero aún así me imagino que le habrá dicho a su papá: ¿Papi que es esa fogata?, la respuesta fue: es una promesa.
No sé porqué, pero en mi mente seguí avanzando hasta otro prodigioso suceso. Me imaginé al mismo niño, pero esta vez en medio de una gran multitud que se quejaba y reclamaba, tenían sed. Al cabo de un rato los gritos cesaron y poco a poco la multitud se fue dispersando hasta que él pudo ver lo que había pasado. Pero aquel niño no recordaba que había algún arroyo cerca del campamento. Le resultaba difícil entender como podía surgir tanta cantidad de agua de una sola roca. Se lo preguntó a su papá. ¿Por qué sale tanta agua de la roca?, la respuesta fue: por una promesa.

Yo me imagine solo estos dos prodigios, es que los demás ya ni mi imaginación de dan para poder comprederlo. Pero saben, yo no creo que Abraham, Isaac o Jacob se hayan imaginado que las promesas que Dios les hizo hubieran tenido un cumplimiento tan espectacular, ellos confiaron en Dios pero sabes que en cuanto a modos de cumplir promesas Dios siempre los dejaba estupefactos; asique realmente no se que se le hubiera pasado por la mente cuando Dios le dijo a Abraham: "Toda esta tierra te daré", y esto me hace pensar en sólo una cosa: Cuando Dios promete algo lo cumple en grande. El Señor cumplirá sus promesas, Él no miente, Él es veraz; El no falla, Él cumple; El no conoce de imposibles, Él es Todopoderoso; Él no odia ni guarda rencor porque Él es Jesús. Y Él prometió: "¡El que tenga sed, venga a mí; el que cree en mi, que beba! Como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva." (Juan 3:37-38).

Si queremos vivir plenamente sólo podemos recurrir a Jesús, sus promesas nunca fallan y siempre se cumplen, y así como las promesas a los patriarcas se cumplieron de forma maravillosa, Jesús hará maravillas en tu vida si en oración te entregas a Él. Que Dios te bendiga.

viernes, 19 de agosto de 2011

El muñequito de plastilina limpio


Jehová completará por mí lo que ha comenzado. 
¡Oh Jehová, tu misericordia es para siempre;
no desampares la obra de tus manos! 
Salmos 138:8


Hoy estaba haciendo un poco de limpieza en la casa cuando encontré unos mulequitos de plastilinas que habia usadoen la escuela sabática de primarios en la iglesia de Vista Alegre... que divertido fue usar esas plastilinas... hoy 6 años después continúa la historia.

Cuando abrí la bolsa no pense que pudieran estar vivos, pero sí, sí lo estaban, me miraban como abatidas, ya habían sido 6 años que las había dejado en la bolsa y aunque no pareciera mucho tiempo, si lo es para un plastilina. Pero no eran los mismos muñequito de plastilina, cuando las guardé en la bolsa estaban limpios y además me habían tomado mucho tiempo hacerlos: cada uno tenía un rasgo único, singular, a uno le hice un pelo estilo griego con rulitos bien detallados, a otro le puse ojos verdes pero se los diseñe de tal forma que parecían ojos de verdad, a una muñequita le hice un lindo vestido ¡Qué trabajo me dio hacer ese vestido con botones!, y así con cada uno, le había puesto algo único, ninguno era igual al otro...

Pero cuando abrí la bolsa estaban irreconocibles, se habian mezclado los colores, ya no eran plastilinas pueras, estaban manchadas, algunos inclusive tenían mugre pegada... lo que más se les había deformado era la cabeza, alguno ya ni cabeza tenían: estaban mutilados.

Me apiadé de esos muñequitos, me acordé lo mucho que invertí en ellos y lo util que me fueron, depués de todo tampoco habían sido baratos, me costó caro crear esos muñequitos...

Entonces me propuse repararlos... y comencé con el primero, el que peor estaba, el que había sido el muñequito de Moisés, pero de lo que era el muñequito original no se podía reconocer nada, estaba completamente desfigurado. Estaba muy sucio, originalmente tenía una capa blanca pero se había ensuciado mucho con el negro de los ojitos, de hecho, tanto se habían mezclado la capa y un ojo que ese ojo desapareció de su cara asique ahora parecía un cíclope con un solo ojito...y la ropa que había sido una mezcla de blanco con celeste se había fundido de tal forma que se notaban los colores de la ropa pero no tenía forma... y los pies se habían soltado y se habían pegado a otro muñequito que más que hombrecito parecía un agujero negro que absorvía a todos los restos sueltos de otros muñequitos... pobre Moisés, me conmovió. Menos mal que me acordé bien de como lo había hecho porque ya ni boca tenía, pero yo si sabía que le había puesto una.

Y bueno sin lamentar más le hice los arreglos necesarios, le cambié todo; lo separé parte por parte y lo amasé de nuevo ¡Tienen que verlo cómo quedó! Estaba limpito y hasta le hice una sonrisa nueva y su capa esta bien blanquita, no tenía ninguna mancha... asique lo puse sobre una hoja mientras me preparaba para arreglar a otro muñequito y justo cuando cuando lo iba a agarrar me llevé tremenda sorpresa...

Uno de los muñequitos sucios le dijo al muñequito Moises ¿Dónde estabas?, y en seguida otros muñequitos le dijeron que había hecho para quedar tan blanquito como lo era antes, algunos inclusive lo elogiaban diciendole "Estás más blanquito que cuando te hicieron", pero todos, absolutamente todos se preguntaban, cómo había hecho para quedar tan blanquito y limpio. Y entonces el muñequito Moisés les dijo: "-Estube con el amasador; primero me separó parte por parte, me volvió a amasar de nuevo..." "-¿Todo?" "Sí, todito..." "¿Y no te dolió?" "Sí, pero pronto me di cuenta que sólo me quería hacer bien y no le dije nada, y le dejé que me transforme por completo y al final me dejó completito, sólo me dijo que vuelva de tanto en tanto para mejorarme y hacerme mantenimiento"...

Y así fue como casi todos los muñequitos de plastilina hicieron una fila esperando su turno para que los arreglara uno por uno, digo casi porque no todos quisieron ser arrglados, algunos que estaban muy fusionados y que estaban muy sucios no quisieron venir porque decían que para ellos no había arreglo... me dolió mucho pero si ellos querían quedarse así no les iba a obligarlos a cambiarlos, pero lo que mas me dolió es que hayan desconfiado de mi talento para crear; después de todo si yo los había formado a cada uno con tanto cuidado ¿No los iba a re-formar con tanto cuidado y talento cómo antes?

Esta historia tiene una enseñanza para nosotros hoy, y esta es esa moraleja: Si hay alguna creatura, que necesita ser transformado/a para que pueda ser reparada tiene que ir junto a su creador; los muñequitos de plastilina con Oscar; y los seres humanos con Dios.