sábado, 17 de julio de 2010

Las etiquetas del Anfitrión



Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores;
Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
Salmos 23:5

 
     No sé si les pasó ustedes, pero a mí me cuesta mucho terminar con una reunión con clase, sin que parezca que los estás echando, ¿verdad que es difícil? Por ejemplo, invitas a unos amigos a un cumpleaños en tu casa y ya se terminó de comer y ahora viene la sobremesa con esas típicas conversaciones de anécdotas, pero el tiempo pasa y las anécdotas se acaban. Miras el reloj de reojo y te das cuenta que ya van a ser las 2:00 de la mañana ¡Ya hace 7 horas que esta gente está en la casa y no se quiere ir! Y no es el problema que no se quieran ir, el problema es que mañana hay que trabajar entras a la 7:00 y todavía hay que limpiar las cosas sucias, platos, vasos, el sofá lleno de migas, la gaseosa que se derramo sobre la mesa, y el desorden que hicieron esas pequeñas criaturas de una de las familias amigas que vinieron.
     Miras el reloj y ya estas pensando en las 3 horas que te quedan para dormir, pero aunque la mayoría ya se fue quedó un pequeño remanente que no para de hablar, y entonces se te ocurren 4 opciones para apresurarlos.

1- Sacudes tu mano y te fijas en tu reloj de pulsera y exclamas asombrado: ¿Ya son las 2:30? ¡Qué rápido pasó el tiempo!
2- Te las ingenias para desviar la conversación actual para mencionar el “detalle” de que por la mañana te espera mucho trabajo.
3- Esperas que suceda algún acto imprevisto los motive a levantarse de sus sillas para irse, como el llanto de algún niño para dar la siguiente explicación: “Está chinchudo, es que ya es tarde”.
4- Sutilmente te levantas de la mesa mientras sigues la conversación y te pones a levantar las servilletas los vasos y las migas que quedan en la mesa, dando entender que ya es hora de limpiar todo porque la fiesta se acabó.

     Bueno podrían enumerarse muchas formas dependiendo de la cultura y de las circunstancias, pero en todos los casos siempre es una situación un tanto complicada porque no queremos que las personas a las cuales invitamos se sientan echadas. Por allí podríamos implementar el método que tenían los antiguos para invitar a sus comensales para indicar que todo ya había terminado.
    En los tiempos bíblicos, cuando alguien invitaba a otra persona, el anfitrión era el encargado de proveer no solo la comida sino también del vino. El vino era muy importante que haya en abundancia porque debía alcanzar hasta el final de la fiesta. (Recordemos que en la antigüedad las fiestas duraban muchos días). Porque cuando se dejaba de servir el vino significaba que había terminado la fiesta y que había que irse.
     De la misma manera cuando el anfitrión invitaba a pocas personas o a una sola, el anfitrión le servía en la copa de cada uno el vino. Cuando todo ya había terminado el anfitrión servía solo media copa, indicando así que ya era de irse. Era la forma de decir con clase “ya puedes retirarte”. Así que todo estaba bien mientras el dueño de casa te sirviera la copa llena.
     También era muy curioso la forma elegante que tenían esas personas para mostrar su preferencia por alguno de sus comensales, además de la típica y eterna formalidad de prepara una mesa especial solo compartida con el anfitrión; la forma más sutil de mostrar el agrado hacia una persona en las cenas o fiestas era la siguiente: El anfitrión se acercaba sirviendo normalmente en la copa de cada comensal pero cuando le tocaba servir a esa persona especial, el servía hasta el tope e incluso dejaba que rebalse la copa. Esta era la forma que tenían de decir con elegancia: “Eres más que bienvenido aquí, no quiero que te vayas, quiero que quedes si fuera posible para siempre”.
     Ahora bien, cuando leemos los últimos versículos del salmo 23 sabiendo estas cosas se nos da un claro y tierno llamado de parte de Dios.
     Dios dice que nos preparó una mesa especial, y que en esa mesa hay una copa rebalsada… una copa que representa las palabras de Dios a ti: “Eres más que bienvenido aquí, no quiero que te vayas, quiero que quedes si fuera posible para siempre”.
     Recuerda, eres bienvenido en la presencia de Dios, Dios no quiere que te alejes de El quiere que este con el siempre... ¿Que le responderas?¿Aceptarás la invitación hoy? La respuesta es solo tuya...

Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores;
Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida,
Y en la casa de Jehová moraré por largos días.
Salmos 23:5-6