viernes, 26 de agosto de 2011

Aunque usted no se lo imagine


Recurrid al Señor y a su poder;
recurrid al Señor en todo tiempo.
Salmos 105:4



¿Cómo estás? Hoy quiero compartir una idea que me ha tomado preso desde mediados de semana. Todo surgió una mañana cuando estaba haciendo mi culto personal. Estaba meditando en lo que dice el salmo 105.
Este salmo trata acerca de las maravillas que hizo Dios a favor de Israel.  Es muy interesante porque es un resumen de la historia del pueblo de Israel desde José hasta el éxodo (salida liberadora) de Egipto.
No pude evitar imaginarme cada una de esas maravillas:

Envió Dios una oscuridad que todo lo cubrió,
pero los egipcios desatendieron sus palabras.
Convirtió en sangre el agua de sus ríos
y mató sus peces; infestó de ranas el país,
y aun la alcoba del rey.
Habló Dios, y nubes de tábanos y mosquitos
invadieron el territorio egipcio.
 En vez de lluvia, envió granizo
y llamas de fuego sobre el país.
Destrozó sus viñas y sus higueras;
¡destrozó los árboles de Egipto!
Habló Dios, y llegaron las langostas;
¡tantas eran, que no se podían contar!
¡Devoraron la hierba del campo
y todo lo que la tierra había producido!
 ¡Hirió de muerte, en Egipto mismo,
al primogénito de toda familia egipcia!
Dios sacó después a su pueblo
cargado de oro y plata,
y nadie entre las tribus tropezó.
Los egipcios se alegraron de verlos partir,
pues estaban aterrados.
Dios extendió una nube para cubrirlos
y un fuego para alumbrarlos de noche.
 Pidieron comida, y les mandó codornices,
y con pan del cielo los dejó satisfechos.
Partió la roca, y de ella brotó agua
que corrió por el desierto como un río…
(Salmos 105:28-41 DHH)

No puedo dejar de imaginarme esas increíbles escenas. Pero por alguna razón en mi imaginación al revivir esa historia mi mente se detuvo en un niño anónimo en la primera noche que pasó el pueblo de Israel en el desierto. Me imaginé que estaba en la entrada de su carpa de pieles frente a su humilde y casi exhausta fogata mientras cenaban. Dicen que el desierto es muy frio de noche que sopla mucho viento, que es silencioso y que es muy oscuro. Pero la noche no era así. Sí, era calma pero no muda, no se escuchaban a las bestias del desierto pero había un sonido. Eran como las llamaradas  pero no venían de las brasas, venían del cielo. Entonces ante el curioso ruido del fuego en el cielo me imaginé a este niño sacar la cabeza por la puerta de la carpa y mirar hacia arriba y entonces quedarse anonadado mirando el cielo, extasiado contemplando el manto de fuego que se extendía sobre el campamento de Israel. Creo que ni bien vio semejante prodigio se le aflojaron todos los músculos de la mandíbula, y ustedes saben que cuando el asombro te deja boquiabierto cuesta mucho pronunciar palabras racionales, pero aún así me imagino que le habrá dicho a su papá: ¿Papi que es esa fogata?, la respuesta fue: es una promesa.
No sé porqué, pero en mi mente seguí avanzando hasta otro prodigioso suceso. Me imaginé al mismo niño, pero esta vez en medio de una gran multitud que se quejaba y reclamaba, tenían sed. Al cabo de un rato los gritos cesaron y poco a poco la multitud se fue dispersando hasta que él pudo ver lo que había pasado. Pero aquel niño no recordaba que había algún arroyo cerca del campamento. Le resultaba difícil entender como podía surgir tanta cantidad de agua de una sola roca. Se lo preguntó a su papá. ¿Por qué sale tanta agua de la roca?, la respuesta fue: por una promesa.

Yo me imagine solo estos dos prodigios, es que los demás ya ni mi imaginación de dan para poder comprederlo. Pero saben, yo no creo que Abraham, Isaac o Jacob se hayan imaginado que las promesas que Dios les hizo hubieran tenido un cumplimiento tan espectacular, ellos confiaron en Dios pero sabes que en cuanto a modos de cumplir promesas Dios siempre los dejaba estupefactos; asique realmente no se que se le hubiera pasado por la mente cuando Dios le dijo a Abraham: "Toda esta tierra te daré", y esto me hace pensar en sólo una cosa: Cuando Dios promete algo lo cumple en grande. El Señor cumplirá sus promesas, Él no miente, Él es veraz; El no falla, Él cumple; El no conoce de imposibles, Él es Todopoderoso; Él no odia ni guarda rencor porque Él es Jesús. Y Él prometió: "¡El que tenga sed, venga a mí; el que cree en mi, que beba! Como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva." (Juan 3:37-38).

Si queremos vivir plenamente sólo podemos recurrir a Jesús, sus promesas nunca fallan y siempre se cumplen, y así como las promesas a los patriarcas se cumplieron de forma maravillosa, Jesús hará maravillas en tu vida si en oración te entregas a Él. Que Dios te bendiga.

2 comentarios:

Ana Raquel dijo...

Cumplió, Cumple. Aunque aveces lo sientas tardar, cumplirá.
Seguimos orando por cada una de tus decisiones. Crecer es difícil, en especial si no te gustan los cambios. Recuerda que "la senda de los justos es como la luz de la aurora, cuya luz va en aumento hasta que el día es perfecto" Proverbios 4:18
Gracias primo por la reflexión.

Oscar Acosta dijo...

Estimada Jedidías, se te extraña en el FB... un saludo grande y gracias por todos tus consejos... un abrazo